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III Domingo de Cuaresma

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III

Domingo

Cuaresma

(C)

 

III Domingo de Cuaresma

03/23/2025

 

 

 

Éxodo 3: 1-8, 13-15;
Corintios 10:1-6, 10-12;
Lucas 13: 1-9


Llegamos al tercer domingo de la Cuaresma y seguimos tratando de entender cómo podemos usar este tiempo sagrado para convertirnos en preparación para la gran fiesta de la Pascua. Como decimos hace dos semanas, parece que las lecturas nos dicen más acerca de Dios que de lo que tenemos que hacer nosotros. Es verdad que el tema del Evangelio es el arrepentimiento, pero en el sentido de regresar a un Dios que espera nuestro regreso.

En la primera lectura, una de lo más significante en la historia del pueblo judío, vemos a Dios que se revela y se esconde a la vez. Moisés, el pastor viviendo en exilio, vea el zarzal ardiendo y se pregunta cómo podía ser. Cuando él estaba acercándose al zarzal, la Voz de Dios le dice que no se acercara, porque el lugar era tierra sagrada. Después, Dios se revela como el Dios de sus antepasados, como un Dios que entra en la historia de su pueblo, como un Dios que escucha las quejas de su gente y viene a su rescate.

Dios le dice a Moisés que Él no es un Dios que se esconde arriba en el cielo, tranquilo en su serena eternidad. Más bien es una presencia activa, un Dios-con-nosotros. Más increíble todavía, este Dios es una fuerza que nos lleva a la libertad, y nos hace una promesa de estar siempre a nuestro lado. Un teólogo judío, Abraham Heschel, dice que la historia de Israel no es tanto la historia de una humanidad sufrida buscando a Dios, sino la historia de un Dios de compasión entrando en la vida humana y formando a un pueblo sagrado.

En el evangelio también, la parábola nos describe a un Dios de paciencia. El dueño de una huerta viene buscando fruto de su higuera y no encuentra nada. Pasó la misma cosa hace tres años, y ahora el dueño se enoja. Dice al viñador que el árbol sirve solamente para gastar la tierra.

Dice al viñador que la cortara. El viñador, que representa a Dios, dice que no. Hay que darle más tiempo. Él mismo lo va a echar abono y aflojar la tierra. El viñador tiene cariño con la higuera y quiere salvarlo. Es igual con Dios. A pesar de nuestra falta de dar fruto, Dios nos da tiempo, y nos cuida con gran compasión.

Pero Dios es también un Dios que no se puede entender completamente. Dios es siempre más de lo que podemos comprender. El mismo nombre que se revela a Moisés es un misterio. “Yo soy” o como dicen los teólogos “Yo soy él que estaré” nos indica que Dios es un misterio, que no podemos captar su naturaleza. Más bien, tenemos que aceptar con fe que Dios está fiel a su promesa y que nunca nos abandonará.

Un tema que nos resuena fuerte estos días es la pregunta que hacen los discípulos acerca de los galileos que murieron en el templo. Jesús no la contesta que directamente. Parece que se enoja con la pregunta y no explica porque unos murieron así. Pensamos en los víctimas de los desastres naturales y de masacres en Ucrania. No se puede explicar por qué. Jesús pasa directamente a la parábola del viñador con su higuera. Nos muestra un Dios de paciencia, de compasión, un Dios que espera nuestra conversión. Los misterios de la vida quedan misterios. La única verdad que tenemos es que Dios nos tiene gran amor y nos invita a la plena vida.

Volvemos al tema de la Cuaresma. ¿Qué es arrepentimiento? Es el dejar un camino para empezar andando en otro. Es un regreso al Dios de nuestros antepasados, el Dios que entra en la historia de la humanidad, que escucha nuestros gritos y nos salva del peligro. Es aceptar otra vez la llamada de un Dios de misericordia y de paciencia. Es empezar de nuevo caminar la senda que nos lleva a la libertad de los hijos de Dios. Ahora en la Cuaresma, es momento de arrepentirnos con humildad y sinceridad.

 


Sr. Kathleen Maire  OSF <KathleenEMaire@gmail.com>


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