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PASCUA
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Pascua
Hechos 10:34,37-43; Colosenses 3: 1-4; Juan 20:1-9
Después de siete semanas de Cuaresma, llegamos por fin a la
Pascua, día de alegría y celebración. Podemos poner al lado nuestros esfuerzos
con sacrificio y penitencia y enfocarnos en el poder de Dios y la gloria de
Cristo resucitado. Entramos en la celebración con alegría, gozado de los cantos
de la misa, las flores que adornan el altar, y la esperanza que vemos de los que
han recibido los sacramentos por primera vez. Pero la pura verdad es que nos
quedamos un poco confundidos. Tenemos muchas experiencias de dolor y de muerte,
pero pocas de resurrección. Quedamos con preguntas. Que significa la
resurrección en la vida de Cristo. Que significa la Resurrección en nuestra
vida.
Desde chiquitos nosotros aprendemos que Cristo resucitó al tercer día después de
su muerte. Es como el final de un cuento que escuchamos tantas veces que ya no
nos sorprende. Sabemos que es un día de alegría y de esperanza, pero sin
embargo, es difícil captar el sentido de la vida del Resucitado. Si, creemos,
pero no entendemos.
Nos da un poco de consuelo leyendo los Evangelios, porque allí, vemos que los
primeros discípulos tuvieron la misma dificultad. Ellos no estaban esperando el
tercer día con la expectativa de ver a Jesús vivo. Ellos habían sido testigos de
la crucifixión; ellos habían visto el cuerpo en la tumba; ellos habían sufrido
el día sábado, descansando según la ley, pero preparando las especias para los
ritos de entierro. El Evangelio hoy nos dice que cuando María Magdalena vio
removida la piedra que lo cerraba, se asustó, pensando que alguien había llevado
el cuerpo del sepulcro.
Ella corrió llamar a Pedro y a Juan, y ellos iban corriendo. Tampoco estaban
esperando la resurrección. Entraron en la tumba, vieron los lienzos, y al final,
dice las Escrituras, San Juan empezó a entender. No había visto a la persona de
Cristo. No había tocado sus manos. No había escuchado sus palabras. Según San
Juan, era un momento de claridad que le venia después de ver el sepulcro vació.
Si fuera tan difícil para María Magdalena, Pedro y Juan, ¿como puede ser
diferente con nosotros? Tenemos las mismas palabras de Jesús. Tenemos
experiencias de dolor y de muerte. Tenemos el sentido de abandono. Pero tenemos
también la fe, la fe que nos dice que Cristo vive y por medio de El, estamos
transformados en seres completamente nuevos. Ya sabemos que la muerte no es el
final de la esperanza. Ya sabemos que podemos revivir con la fuerza del
Espíritu. Ya sabemos que somos capaces de dar testimonio de amor y de perdón. Ya
sabemos que la alegría es nuestra herencia, aquí en la tierra como en el cielo.
Vemos las posibilidades que vienen por la victoria de Cristo sobre la muerte.
Vemos el amor, el cariño, la generosidad, la misericordia, la alegría, la
compasión, la comprensión, la esperanza y la convivencia como signos de la vida
de Jesús resucitado. Venimos a la misa cada semana para animarnos a vivir en el
Reino de Jesús Resucitado. Compartimos el Cuerpo y la Sangre de Jesús para
fortalecernos. Extendemos la mano al vecino como hermano o hermana. Nos
sacrificamos por la justicia de todos, porque somos una misma familia.
Predicamos por nuestra manera de ser que Cristo vive. Extendemos la misión de
Cristo sanando a los marginados y olvidados, invitándoles a participar
plenamente en la comunidad humana.
Entonces, caminamos con fe en la resurrección. Caminamos con alegría. Caminamos
con esperanza. Caminamos como testigos de la victoria de la vida sobre la
muerte.
Sr. Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
(Las últimas siempre aparecen primero).
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