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XXX Domingo Ordinario (B)

 

 

10/27/2024


 

 

XXX

DOMINGO

(B)

 

Jeremías 31; 7-9;
Hebreos
5: 1-6;
Marcos
10: 46-52

 

Creo que sería posible usar el escenario del Evangelio para crear un drama para televisión.  Va pasando un grupo grande en el camino de Jericó a Jerusalén: Jesús, sus discípulos, y mucha gente que le había escuchado y había visto sus milagros.  Seguro que había bastante ruido y gente comentando al verles pasar.  Pero de repente, un hombre ciego, de nombre Bartimeo, empezó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mi!”

 

Los discípulos se enojaron.  El maestro estaba cansado y tenía un camino largo.  Este hombre ciego era una distracción.  Le veían como pecador, sufriendo esta enfermedad por culpa de si mismo o de sus padres.  Estos amigos de Jesús no tenían paciencia y de dijeron que se callara.  Pero Jesús le había escuchado y le indicó que se acercara.  Algunos en el grupo le dijeron“¡Ánimo!  Levántate, porque el te llama.”  Y con plena confianza el ciego se lanzó a Jesús, dejando en su suelo su manto, su única protección contra el frió de la noche.  Quiso entrar plenamente en la comunidad, compartiendo como cualquier otro hombre.

 

Bartimeo pidió un milagro.  El quiso ver y no dudó que Jesús era capaz de  curarle.  Jesús le miró admirado diciendo: “Vete;  tu fe te ha salvado”.  Pero Bartimeo no se va.  Más bien, empieza a seguirlo a Jesús por el camino.  Bartimeo es verdaderamente un hombre de fe, un hombre que ve bien el Reino de Dios, y que entiende el poder que tiene Jesús. 

 

En el Evangelio de san Marcos, Bartimeo es uno de los pobres, los pequeños, los sin importancia que son listos a aceptar el mensaje de Jesús.  El es un hombre que vivió en oscuridad y quiso ver la luz.  San Marcos le pone en contraste con los apóstoles que, a pesar de todo el tiempo que pasan con Jesús, no entienden lo que El dice.  San Marcos lo usa a Bartimeo como ejemplo de gente de su comunidad.  Cada uno tuvo una necesidad grande y no era capaz de ayudarse por si mismo.  La persona oye noticias de Jesús, ofrece una oración por asistencia; encuentra oposición;  sigue en oración y esperanza; deja al lado lo que no es necesario; y encuentra con Jesús que le ofrece el tesoro del Reino.  

 

Este relato puede ser un retrato de nuestro encuentro con Jesús.  Todos tenemos una parte de nuestra vida que queda en oscuros.  Puede ser que necesitamos entendimiento de que debemos hacer en un matrimonio, con un hijo, en el trabajo, o en nuestra vida personal.  Puede ser que nos encontramos viviendo con miedo, casi paralizado por la crítica de otros.  Puede ser que estamos decepcionados por una tragedia personal o en la vida de parientes.  Tal vez las circunstancias de la vida nos dejan desanimados y sin ganas de vivir.  Tenemos necesidades, nosotros, los pobres, los pequeños, los sin importancia.  Pero si tenemos la valentía de gritar y pedir ayuda, a pesar de la oposición de otros, podemos estar seguros que Jesús nos escuchará.           

 

El mensaje de este relato de san Marcos es que el Reino de Dios está presente.  Dentro del ruido del camino, dentro de la vida ordinaria y rutinaria, al medio de la gente que nos quiere hacer callar, Jesús está pasando y escuchando nuestra petición.  Nos está ofreciendo la oportunidad de ver la luz.  No vamos a recibir siempre lo que pedimos.  La acción de Dios no va a resultar muchas veces en el milagro que hemos imaginado.  La vida humana va a seguir con tragedias y muerte.  Pero, con la presencia de Jesús, vamos a tener luz para ver el Reino.  El Reino existe dentro, abajo y encima de la rutina diaria.  Lo que necesitamos son ojos de fe para ver.

 

Durante la misa, al momento de la Santa Comunión, cada uno de nosotros podemos orar con confianza, “Jesús, hijo de David, ten compasión de mi!”

 


Sr. Kathleen Maire  OSF <KathleenEMaire@gmail.com>


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