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LA SAGRADA FAMILIA
29 de Diciembre de 2024
(Sirácides 3: 3-7. 14-17a; Colosenses 3:12-21; Lucas 2:41-52)
La
Sagrada
Familia
(C)
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Carmen Mele,
OP <cmeleop@yahoo.com>
2. -- P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
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LA SAGRADA FAMILIA, 29 de Diciembre de 2024
(Sirácides 3: 3-7. 14-17a; Colosenses 3:12-21; Lucas 2:41-52)
Se destaca el Evangelio de San Lucas durante el tiempo de
Navidad. Su narrativa larga del nacimiento de Cristo ofrece
varios misterios que nutren la vida espiritual. Vamos a
reflexionar en dos escenas de esta narrativa aquí.
Primero, que retrocedámonos un poco a la escena del nacimiento en donde se
acuesta el niño en un pesebre. Con la Familia Sagrada rodeada por los pastores y
animales domésticos se nos da un sentido de tranquilidad. Ésta es la paz que nos
quita todo preocupación porque nuestro salvador ha venido. La segunda lectura
hoy refiere a esta paz cuando dice: “Que en sus corazones reina la paz de
Cristo”.
Se encuentra la paz de Belén en el nacimiento de cada niño. Los padres unidos
con sus familias contemplan la maravilla de la creación de otro ser humano. Se
dan cuenta de que han cumplido el mandato de Dios a llenar la tierra. Además de
la paz, se sienten el impulso para cuidar a su niño crecer en un adulto amoroso
y sabio. Los padres pueden recurrir a esta escena cuando están tentados a
abandonar la responsabilidad de su familia.
Tan inspiradora que haya sido la escena en el pasado, se preocupa hoy en día su
pérdida entre los jóvenes. El atractivo de la vida profesional causa a muchos
abandonar el deseo de la vida familiar. No quieren tener a varios niños y en
muchos casos ni uno solo. Los demógrafos advierten que, si sigue esta falta de
niños, nuestra sociedad puede destruirse desde adentro. En triente años no
habría trabajadores para pagar las cuentas médicas de los mayores, mucho menos
llevarlos a los doctores.
La segunda escena que vale la reflexión hoy es el encuentro de María y José con
Jesús en el evangelio. Jesús les da lo que parece un reproche, pero en realidad
es la transmisión de la sabiduría de los siglos. Dice: “’¿No sabían que debo
ocuparme en las cosas de mi Padre?’” Está llamando que ordenen todas las cosas a
Dios. Esto comprende la base de la vida espiritual: que Dios sea siempre nuestra
primera prioridad.
Jesús mismo lleva a cabo este orden cuando regresan con sus padres a Nazaret.
Dice la lectura, “…siguió sujeto a su autoridad”. Esto da eco a la segunda
lectura donde dice: "Hijos, obedezcan a sus padres..." La mención de autoridad
en el evangelio levanta la cuestión delicada del liderazgo en el matrimonio
propuesta en Colosenses.: “Mujeres, respeten la autoridad de sus maridos, como
lo quiere el Señor”.
Estamos habituados a dar la autoridad a aquellos que muestren la capacidad de
administrarla bien o, al menos, estén debidamente seleccionados a administrarla.
Sin embargo, la frase de Colosenses revierte a la autoridad tradicional que
sigue la sabiduría antigua. Puede ser soportable, aun preferible, cuando se
consideran varias cosas. Primero, el autor de la carta insiste que los maridos
amen sus esposas. Eso es, son para buscar su bien más que el suyo. Segundo, ello
no admite cooperar en el pecado, inclusivo la degradación de la persona humana.
Finalmente, resuelve la cuestión en lugar de dejarla en el aire, abierta al
malentendido y frustración. El padre de familia tomando responsabilidad de ser
el último que abandona la casa ardiendo demuestra los pros y contras de este
tipo de autoridad.
La carta insiste no solo que los hijos obedezcan a sus padres sino también que
los padres “no exijan demasiado a sus hijos”. ¿Es limitar el tiempo enfrente de
pantallas de teléfonos, computadoras y televisores exigiendo demasiado? Aunque
muchos dirían que “sí” al menos en la práctica, la respuesta hay que ser “no”
cuando se consideran los riesgos que rodean la cuestión. La obesidad de niños,
facilitada por sentarse enfrente de una pantalla, se ha hecho una de las
preocupaciones más serias de la salud pública. Otro peligro es que la atención a
las pantallas retarda el desarrollo social. Un dibujo comparando la celebración
del Día de Acción de Gracias hace triente años y hoy en día muestra el problema.
En la primera escena, que representa la vida hace triente años, todo el mundo
está de pie alrededor de la mesa cantando, haciendo brindis, compartiendo de una
forma u otra. En contraste, en la segunda manifestando la vida del día hoy todo
el mundo está sentando en sus sillas mirando su propia pantalla con caras
aburridas.
Sería difícil exagerar el valor de la familia. Siempre ha sido la base de la
sociedad porque es donde se forman personas virtuosas. Ahora se encuentran
muchas familias en precaria por el abandono de los valores que se encuentran en
cada página de la Biblia. De algún modo tenemos que reclamar esos valores para
sobrevivir los años venideros.
Carmen Mele, OP <cmeleop@yahoo.com>
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2.
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“PRIMERAS IMPRESIONES”
29 de Diciembre de 2024
1 Sam 1:20-22, 24-28 o Eclesiástico: 2-6, 12-14;
Sal 84 Colosenses 3:12-21; Lucas 2:41-52
por Jude Siciliano , OP
Queridos predicadores:
Apuesto a que la Navidad de tu familia no reflejó la tradicional representación idílica de la Sagrada Familia. Hubo una pelea entre los adolescentes; una tía que siempre instruye con paciencia a otros sobre cómo criar a sus hijos, aunque ella no tiene hijos propios; un cuñado que preferiría estar viendo el partido por televisión; y una hija recientemente divorciada y sus dos hijos todavía conmocionados por la experiencia. Si Norman Rockwell hubiera necesitado modelos para una portada de revista de una sagrada familia moderna, ¡ciertamente no habría llamado a nuestras puertas! Sufrimos demasiado... discutimos por cosas tontas (y algunas no tan tontas)... no nos dirigimos a ningún miembro en particular... no hemos olvidado un desaire que sucedió hace cinco años... pensamos que hay demasiada sal en el relleno de pavo de mamá... y desearíamos que la nuera vegetariana se hubiera quedado en casa.
No éramos la sagrada familia el día de Navidad. Tal vez ni siquiera teníamos una
familia con la que volver a casa, así que nos reunimos con algunos amigos e
hicimos lo mejor que pudimos para cocinar algunos platos tradicionales que sólo
se parecían vagamente a la forma en que “mamá solía hacerlos”. ¿Éramos una
familia santa con nuestra gracia apresurada y nuestros pensamientos no tan
santos? Sí, lo éramos. No porque tuviéramos nuestro acto religioso juntos, no
porque el día fuera perfecto, sino porque Dios nació entre nosotros, en una
familia humana con todas sus complicaciones y ambigüedades: el santo desorden.
Todavía nos reunimos en familias para comer una comida especial, celebrar los
eventos de esta temporada, lo mejor que podemos. Y Dios nace de nuevo en nuestra
humanidad, y se dispone a sanarnos y ayudarnos a unirnos para alcanzar nuestro
verdadero destino, nuestro hogar eterno con Dios. Todo esto, mientras pasamos
las papas, brindamos por la salud de los demás y, esta noche y los días
venideros, nos deseamos un feliz año nuevo.
Una mirada sobria al Evangelio de hoy nos ayudará a evitar romantizar la fiesta
de hoy y las tres personas en las que se centra. La familia de Jesús ha llegado
a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Jesús se ha separado de la compañía de
sus padres y de los miembros de su familia. Hay una nota de enojo o dolor en la
pregunta de María a Jesús: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?”. Y ¿no es
irónico que las primeras palabras de Jesús en este Evangelio suenen como una
reprimenda a sus padres: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais...?” Qué
declaración tan inusual para alguien nacido en la cultura familiar
extremadamente unida de este mundo mediterráneo primitivo, donde las buenas
relaciones familiares eran de suma importancia. Había decidido hacer algo sin
pedir permiso a sus padres.
La historia nos dice que Jesús tiene doce años. Esta es la edad en la que los
niños judíos se preparan para su Bar Mitzvah, cuando aceptan sus
responsabilidades religiosas y piensan en su camino de vida. Está mostrando
signos de la independencia y la compulsión por Dios que caracterizarán su vida
adulta. Pero sus padres no tienen forma de saber qué forma adoptará su llamado
posterior. Todo lo que saben es que se había separado de ellos. Este viaje a
Jerusalén prefigura mucho. Jesús no seguirá el camino habitual en la línea de
trabajo de su padre. No se quedará, como se hubiera esperado, en su ciudad natal
entre sus parientes. Ya está mostrando signos de una visión que ha comenzado a
formarse en su imaginación. Está enfrascado en una discusión con los maestros
que prefigura su propio papel de maestro más adelante en su vida. Está en el
Templo y él mismo se convertirá en el sacrificio en el nuevo Templo construido
por el Espíritu.
Este momento en Jerusalén prefigura el viaje posterior de Jesús allí con sus
discípulos, su nueva familia. Entonces revelará más sobre sí mismo. Sus padres
no entienden ahora lo que les está diciendo sobre la prioridad de su relación
con Dios, que tiene precedencia incluso sobre su relación con ellos. La vida
posterior de Jesús revelará que estar en su familia no tenía nada que ver con la
sangre, sino con la fe en él. María está mostrando los signos de una verdadera
creyente ya que "guardaba todas estas cosas en su corazón". Cuando los pastores
llegaron al nacimiento de Jesús y le dijeron a sus padres lo que habían oído de
los ángeles sobre la gracia de Dios para la humanidad a través del recién
nacido, María no entendió. Lucas nos dice, como lo hace hoy, que María guardaba
estas cosas en su corazón. No entiende cómo se cumplirá el plan de Dios en
Jesús, así que hace lo que nosotros los discípulos también debemos hacer:
reflexiona y espera.
Entender las consecuencias del nacimiento de Jesús en nuestra familia humana no
es fácil: no lo fue para quienes vivieron con él entonces, no lo es para
nosotros ahora. Como familia de fe, debemos preguntarnos: ¿cuáles son las
consecuencias de profesar que somos seguidores de Jesucristo? Esta historia en
el Templo aparece al final de los dos capítulos introductorios de Lucas. Aunque
María y José no reciben una respuesta completamente clara de Jesús, sí se
mantienen firmes, se quedan para ver las implicaciones para sus vidas. Y
nosotros también debemos hacerlo, al profesar nuestra fe en estos días en el
Salvador recién nacido. En las semanas siguientes escucharemos las historias del
Cristo adulto que invitará a otros a formar parte de su familia. Aunque tengamos
defectos, querremos escuchar y reflexionar sobre sus palabras y acciones y
determinar las consecuencias para nuestras propias vidas. Al igual que sus
padres, nosotros también nos quedaremos y continuaremos, como María, guardando
todo esto en nuestros corazones.
La gracia de la historia es que Jesús también se queda allí. No se da por
vencido y busca otro grupo de padres, unos que entiendan perfectamente. Se queda
con nosotros también, incluso cuando no lo entendemos. Escucharemos más
historias de Lucas este año litúrgico, historias de personas que constantemente
no entienden el punto. Y Jesús se queda con ellos a través de todo. Estas son
nuestras historias, la historia de la Iglesia. Simplemente no entendemos o no
podemos entender, pero la gracia es que no estamos abandonados. Hemos hecho
cosas en nuestras vidas en función de lo que pensamos que debíamos hacer, y
descubrimos que malinterpretamos las pistas. La Buena Nueva es que no fuimos
abandonados, no fallamos en la prueba definitiva. Nuestro Dios se quedó con
nosotros y nos está ayudando, incluso ahora, a aprender más sobre lo que
significa aceptar las implicaciones de la Encarnación en nuestras vidas.
Cuando yo era más joven, había una tendencia a utilizar esta fiesta como una
ocasión para mostrar cómo debería ser la familia modelo. La predicación era
sobre la “santa familia cristiana” parecida a la familia de los tres miembros
santos. No importaba lo buena que fuera mi familia, nunca estuvo a la altura de
la descripción de la sagrada familia desde el púlpito. Pero observen la lectura
sobre esta familia. ¿Qué los hace santos? La familia iba cada año a adorar al
templo para la Pascua. Sus vidas se centraban en Dios. Pero no todo era paz y
tranquilidad. Incluso en medio de las presiones que nuestra cultura pone en la
vida familiar, también nosotros luchamos por centrarnos en Dios, también
luchamos por hacer esta peregrinación cada domingo a la mesa del Señor donde
Dios ve nuestras hambres y nos da abundante comida buena para mantener unida a
esta familia de fe. Seguramente habrá familias presentes en esta Eucaristía con
sus propias divisiones y luchas únicas. Podemos orar por ellas cuando ofrecemos
peticiones y asegurarnos de incluir a los niños que se han escapado de casa, o
dondequiera que haya habido rupturas en el tejido familiar.
Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este domingo:
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/122924.cfm
P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
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