Preacher

Exchange

PASCUA

Por favor apoye la misión de
los Frailes Dominicos.

Amigable Impresora

• Homilias Dominicales •
• Palabras para Domingo •
• Homilias Breves •
• Hogar •

Domingo de Resurrección -C-

20 de Abril de 2025

(Consulte el Archivo para ver reflexiones pasadas y futuras.)

 


Hechos 10:34a, 37-43; Salmo 118; Colosenses 3:1-4 (o 1 Cor 5:6-8); Juan 20:1-9


 

 

 

 

I Domingo

 

de

 

Pascua

 

 

 

 

 


1. -- P. Carmen Mele, OP <cmeleop@yahoo.com>

 

2. -- P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>

 

 

*****************************************************
1.
*****************************************************

Queridos lectores:

 

Felices Pascuas de la Resurrección del Señor.

En esta homilía de modelo empleo el evangelio de la Vigilia. Entiendo que es válido leer esto en las misas del domingo en la mañana. Si se prefiere usar el pasaje del Evangelio según San Juan, se puede adoptar este mensaje a ello fácilmente.

También, tenemos una elección de lecturas para la epístola. Escogí la de la Carta a los Colosenses, pero podría haber usado la de Primera Corintios sin mucha dificultad.

Hoy nuestro reto es relatar el gozo y asombro de la Resurrección. Que Cristo ha resucitado dándonos la posibilidad de vivir para siempre en paz y amor es la culminación de la fe cristiana. Que el Espíritu les ayude en esta tarea.

P. Carmelo, O.P.

I Domingo de Pascua, 20 de Abril de 2025

(Hechos 10:34a.37-43; Col 3,1-4; Lucas 24:1-12)


Hoy celebramos la culminación de nuestra fe. Cristo ha conquistado la muerte para reinar en la gloria por siempre. Con su victoria nosotros también esperamos superar la muerte. En el Primera Carta a los Corintios San Pablo describe la muerte como “el último enemigo”. Se ve como “el último” en dos sentidos. Es el único oponente que queda y también el más potente. Antes de ver las lecturas de la misa, deberíamos examinar por qué la muerte proporciona tan grande desafío.

En igualdad de condiciones, nadie quiere morir. Es cierto que algunos por estar en el dolor preferían que sus vidas se terminen. Pero somos hechos no solo para existir sino para florecer. El hecho de que no podemos quedarnos por siempre en este mundo nos parece como una afrenta. Buscamos una manera de evitar la muerte. Algunos concentran en vivir sanamente haciendo ejercicio y comiendo solo las porciones apropiadas de comidas recomendadas. Si este régimen parece severo, otros simplemente evadirán el pensamiento de la muerte. Muchos hoy en día dirigen a sus familiares que organicen “celebraciones de la vida” en lugar de funerales cuando fallecen. Hasta entonces viven comiendo y bebiendo como los epicúreos de la antigüedad.

Además de temer el regreso a la no existencia, nosotros cristianos nos preocupamos la muerte por otra razón. Nos preguntamos si Dios nos juzgará como justos cuando muramos. Todos nosotros hemos pecado, tal vez gravemente. ¿Pasaremos la eternidad lamentando nuestras ofensas? Las mujeres que visitan el sepulcro de Jesús pueden ayudarnos superar estas inquietudes.

Las mujeres han seguido a Jesús desde Galilea. Han apoyado su ministerio con ambos recursos y presencia. El viernes vieron a Jesús morir en la cruz. Luego notaron el lugar lo sepultaron. Al momento no hubo tiempo para embalsamar su cuerpo sin transgredir la ley del sábado. Pero tan pronto posible al primer día de la semana vienen a la tumba con especias. Allí encuentran lo inesperado. No solo se ha quitado la piedra que cerraba el sepulcro, sino también no se encuentra el cuerpo de Jesús. Cuando el ángel les anuncia que Jesús ha resucitado, las mujeres creen. Entonces, su primer impulso es contarles a los once apóstoles las buenas noticias.

Las mujeres nos muestran cómo vivir como seguidores de Jesucristo. Al igual que ellas, hemos de acatar la ley moral, aun los preceptos que no nos convienen. Más que esto, tenemos que rendir servicio con obras de caridad. Como decía la Madre Teresa, los pobres son Cristo disfrazado. También, debemos aceptar la resurrección del Señor Jesús en la fe. Aunque parece locura a algunos, muchos testigos oculares del Cristo resucitado dieron sus vidas dándole testimonio. Finalmente, tenemos que compartir nuestra fe en Jesús con los demás. Viviendo así, no tenemos que temer ni la muerte ni el juicio después.

La primera lectura viene de un sermón de San Pedro. Indica la dinámica que realizó la resurrección de Jesús. Dios lo ungió con su Espíritu para que sanara a todos oprimidos por el diablo. Cuando lo crucificaron, Dios actuó de nuevo. Envió al mismo Espíritu Santo para resucitarlo de entre los muertos. Este Espíritu nos resucitará a todos aquellos que sigan a Jesucristo en la fe y en el amor.

Para asegurar que no nos desviamos de Jesucristo, tenemos el consejo de la segunda lectura. Nos apela que no nos adhiramos a las cosas de la tierra: el placer, la plata, y el poder. Más bien que busquemos los bienes de Dios: el amor, el gozo, y la paz. Al actuar así llegaremos a manifestar la gloria de Jesús resucitado. En la vida actual y para toda la eternidad, manifestaremos la gloria de la resurrección.

 

P. Carmen Mele, OP <cmeleop@yahoo.com>

 

*****************************************************
2.
*****************************************************

“PRIMERAS IMPRESIONES”
DOMINGO DE PASCUA
-C- 20 de Abril de 2025
Hechos 10:34a, 37-43; Salmo 118; Colosenses 3:1-4 (o 1 Cor 5:6-8); Juan 20:1-9
por Jude Siciliano, OP

 

Queridos predicadores:

 

Los cuatro Evangelios mencionan a María Magdalena antes y después de la resurrección de Jesús, pero solo el Evangelio de Juan la sitúa en el centro de la historia de la Pascua. Estaba al pie de la cruz, y ahora llega al sepulcro. Al encontrarlo vacío, corre a avisarles a Simón Pedro y al "discípulo amado". La historia se centra entonces en estos dos discípulos que corren al sepulcro. El discípulo amado espera para entrar después de Simón Pedro. Cuando finalmente entra, se nos dice que "vio y creyó".

La historia de la Pascua de Juan es vívida, dramática y profundamente memorable, pero no triunfante de inmediato. Al principio, María y los discípulos quedan sumidos en el misterio y la ambigüedad. Esta parte de la historia refleja la experiencia de muchos de nosotros que no hemos tenido un encuentro "cara a cara" con Cristo resucitado. Habla a quienes se sienten a oscuras, luchando con los misterios más profundos de la vida.

El discípulo amado "vio y creyó". Pero ¿qué creyó exactamente? No hay suficiente evidencia física en la tumba para demostrar que Jesús resucitó. Las vendas no prueban nada. Aun así, aunque la historia comienza con la llegada de María "cuando aún estaba oscuro", hay luz en la tumba: una luz que ilumina los ojos de fe del discípulo amado. Él ve y cree.

Ninguno de los discípulos esperaba la resurrección. Las alegrías y los significados más profundos de la vida a menudo nos llegan de forma inesperada: la sonrisa de un niño, la visita inesperada de un amigo, una simple conversación que profundiza una relación. En el Evangelio de Juan, la luz es un símbolo poderoso de la fe y del camino hacia la fe. Por ejemplo, la curación del ciego (Juan 9) no se trata solo de recuperar la vista física, sino de llegar a ver con la luz de la fe. El mensaje es claro: Jesús es la luz del mundo, que llama a los creyentes a salir de la oscuridad del pecado hacia la luminosidad de una nueva vida.

Entonces, ¿no es extraño que la lectura del Evangelio de hoy, Domingo de Pascua, no incluya una aparición de Cristo resucitado?

Puede resultar un poco frustrante. Si la lectura hubiera continuado, habríamos oído hablar de las apariciones de Jesús: primero a María Magdalena en el sepulcro (20:11ss), luego a los discípulos tras las puertas cerradas (20:19ss), y más tarde a Tomás (20:26ss). Pero la lectura de hoy termina antes de esos encuentros: con el discípulo amado entrando en el sepulcro vacío, viendo las vendas y creyendo. Carece de la claridad y el dramatismo que podríamos esperar de la mañana de Pascua. ¿Qué está pasando? ¡Es Pascua! ¿

Y qué hay de Simón Pedro y el otro discípulo? Ellos también están a oscuras. Pedro entra primero en el sepulcro, pero solo ve vacío; permanece en la oscuridad. Pero Juan nos dice: «Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó». No se nos dice exactamente a qué hora sucedieron estos acontecimientos. Estaba oscuro cuando llegó María; ¿seguiría oscuro cuando llegaron los discípulos? Incluso si lo estuviera, el discípulo amado ya no está a oscuras. Sus ojos se han abierto. A la luz de la fe, ve y cree.

Este discípulo amado acompañó a Jesús durante su pasión y crucifixión. Es un testigo fiel. Ve la tumba vacía y las vendas. Aunque no son pruebas concluyentes, y no las comprende del todo, cree de inmediato. Hay personas como él hoy: quienes, a pesar de la falta de pruebas tangibles, confían en la presencia de Dios, incluso en las situaciones más extremas.

Un tema central del Evangelio de Juan es el contraste entre la luz y la oscuridad. Las personas sin esperanza viven en la oscuridad. También lo hacen quienes no tienen fe: quienes no pueden ver a Dios en sus vidas, agobiados por el pecado. Vivir en pecado es vivir en la oscuridad, una oscuridad que ningún poder humano puede penetrar.

En la Biblia, la luz es un símbolo de Dios y de la vida. Estos son dones divinos; solo Dios puede otorgarlos. Juan escribió su Evangelio teniendo en cuenta las Escrituras Hebreas. En el relato de la creación del Génesis, el mundo comienza en la oscuridad. La primera obra creativa de Dios es la luz. En nuestro mundo, nos rodeamos de luces de seguridad: en casa, en los estacionamientos de las iglesias, en las carreteras y en las escuelas. El pueblo judío habría comprendido el significado simbólico de la luz. La luz se asocia con la presencia y la palabra de Dios. También simboliza la alianza entre Dios y su pueblo.

El Evangelio de Juan presenta esta dualidad: luz u oscuridad. Las personas deben elegir. Pueden caminar en la luz de Dios o permanecer en la oscuridad (Juan 3:20-21). El Evangelio desafía al lector: elige la vida o elige la oscuridad.

Acompañemos a María en su camino matutino al sepulcro. Juan incluye un detalle: «Todavía estaba oscuro». Pero esto no es solo una referencia a la hora, sino también una oscuridad espiritual y emocional. María está de luto por la brutal muerte de su amado maestro. Llega al sepulcro y lo encuentra vacío. Su conclusión es lógica: alguien ha robado su cuerpo. Ella no sabe que ha resucitado. Solo sabe que su mundo está oscuro. Su esperanza se ha hecho añicos. Está sola. ¿Qué podía hacer? ¿Qué haría? ¿Cómo puede superar estos días de decepción, miedo, desesperanza y dolor?

Acompaña a María al sepulcro. Está oscuro. ¿Dónde está el lugar oscuro de tu vida, donde Jesús parece ausente, o incluso muerto? ¿Dónde parece silencioso, sin responder a tus oraciones? ¿Estás en tinieblas por una pérdida reciente? ¿Un divorcio doloroso? ¿La inestabilidad política en curso? ¿La pérdida de independencia por la edad o la enfermedad? ¿Temor por los hijos que parecen haber perdido la fe? ¿Ansiedad por la crisis climática o la disminución de la asistencia a la iglesia? Está oscuro.

Pero a diferencia de María en el sepulcro, conocemos el resto de la historia. Aunque nosotros también estemos en tinieblas, creemos que el Señor resucitado no nos ha abandonado. Tenemos esperanza, no por nuestra propia fuerza, sino porque también somos "discípulos amados". También lo están los que se reúnen con nosotros en el culto de hoy. Muchos luchan en la oscuridad, algunos más que otros. Sin embargo, aquí estamos, reunidos. Puede que esté oscuro para nosotros, pero lo que no podemos ver con nuestros ojos físicos, lo vemos con los ojos de la fe: el Señor ha resucitado y está en medio de nosotros.

 

“La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido.” (Juan 1:5)

 

Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este domingo.
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/042025.cfm
 


Homilías Dominicales Archivo

• PASCUA III •
• PASCUA II •
• PASCUA •
• Domingo de Resurrección •
• DOMINGO DE RAMOS •
• 5 CUARESMA •