V Domingo de Cuaresma (ciclo A) – 26 de marzo de 2023

Lecturas: Ezequiel 37, 12-14 / Salmo 129 / Romanos 8, 8-11 / Juan 11, 1-45


 

En la primera parte del Catecismo de la Iglesia Católica, en el párrafo 1, “El Hijo de Dios se hizo hombre,” encontramos una frase sencilla que dice mucho sobre el reto de poder comprender la esencia de Jesucristo que ha enfrentado la iglesia desde sus principios:

 

465 Las primeras herejías negaron menos la divinidad de Jesucristo que su humanidad verdadera (docetismo gnóstico). Desde la época apostólica la fe cristiana insistió en la verdadera encarnación del Hijo de Dios, "venido en la carne" (cf. 1 Jn 4, 2-3; 2 Jn 7). ¹

 

Comprender que Jesús es “Dios verdadero y hombre verdadero” y apreciar el significado doctrinal ha sido una lucha para la iglesia y un tema que había ocupado los primeros concilios de nuestra historia cristiana cuyo legado tenemos en la profesión de la fe, el “Símbolo Niceno” que rezamos en las celebraciones eucarísticas dominicales.

 

Además de la doctrina, el tema ocupa un lugar innegable de la espiritualidad siendo un aspecto que exige una profunda reflexión de cada persona que cree en Jesucristo o que ha sido atraído por el Espíritu Santo a considerar la fe cristiana. ¿Cuál es más fácil, entender que Jesús es hombre verdadero o es el Hijo de Dios, Dios verdadero? Podemos entrar en el misterio de Jesucristo por su humanidad o por su divinidad, pero ambas entradas deben ser inicios de creer en Él como es en verdad, siendo Dios y a la vez plenamente humano “en todo aspecto menos el pecado.”

 

Durante el tiempo de cuaresma, tenemos la oportunidad de profundizar nuestro conocimiento de Jesucristo, en el aspecto doctrinal y espiritual, pero con el propósito de no solo creer en Él en una forma intelectual sino también relacional que nutre nuestro espíritu. Las lecturas del santo evangelio que hemos escuchado desde el comienzo de la cuaresma nos dan varias lecciones claras y firmes pero discretas sobre la humanidad de Jesucristo.

 

Hacemos un breve repaso para elaborar el tema, comenzando con el primer domingo de la cuaresma y la lectura del evangelio según san Mateo correspondiente al día, la cual nos relata la tentación de Jesús en el desierto:  <<En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre>> (Mateo 4, 1). ²

 

Luego, encontramos una frase breve de la lectura correspondiente al tercer domingo de la cuaresma, tomada del capítulo cuatro del evangelio según san Juan, la cual nos da el encuentro entre Jesús y la mujer samaritana:

 

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida) (Juan 4, 4-8). ³

 

Ambos ejemplos nos presentan Jesús teniendo necesidades meramente humanas: tener hambre, estar cansado físicamente y tener ganas de descansar y sentarse después de un largo caminar. Estas palabras pueden pasar desapercibidas y sirven de matizar la historia. Sin embargo, nos dicen mucho enseñándonos que la humanidad de Jesús no es cosa de apariencias sino parte de su propio ser.

 

Hoy, el cuarto domingo de cuaresma, llegamos a otro ejemplo que nos revela en pocas palabras un aspecto universalmente humano encontrado natural y espontáneamente en la persona de Jesús y en su manera de responder a la situación humana a su alrededor al entrar en el luto que experimentaron las hermanas Marta y María y los demás que las acompañaron en la tumba de su hermano, el recién fallecido Lázaro. El evangelista, san Juan nos presenta Jesús en un momento repleto de ternura y sentimiento profundo:

 

<<Jesús, al verla llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió hasta lo más hondo y preguntó: “¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron: “Ven, Señor, y lo verás”. Jesús se puso a llorar y los judíos comentaban: “De veras ¡cuánto lo amaba!”>> (Juan 11, 33-36).

 

Jesús no solamente reconoció la tristeza de las dos mujeres queridas y sus acompañantes al llorar por el fallecimiento de Lázaro, él que es Hijo de Dios e hijo de María fue conmovido desde sus entrañas y comenzó a sentir el peso de haber perdido un ser querido y se puso a llorar. En una experiencia tan humana reconocemos una base fundamental de nuestra fe: la manifestación de la bondad de Dios y su cercanía al hombre en la persona de Jesucristo, mucho más en los momentos del sufrimiento humano y de las expresiones más profundas del amor humano.

 

Nuevamente, recibimos una gran lección de nuestra fe y la doctrina que la expresa: en Jesucristo y por su humanidad recibimos la plena revelación de Dios, pero en persona y visible. En Jesucristo, tenemos un ejemplo vivo y verdadero de la humanidad y la respuesta de Dios en su persona y en su forma de actuar y sentir. Tan grande obra de Dios, tan importante doctrina – tan grande amor – necesita todo lo que Jesucristo nos puede dar, por medio de su divinidad y su humanidad.

 

Paz y bien,

P. fray Charles Johnson, OP

 

Obras citadas:

¹ https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2a3p1_sp.html

² https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/022623.cfm

³ https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/031223.cfm

https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/032623.cfm