Queridos lectores:
Las lecturas de este domingo
nos proporcionan la oportunidad de dirigirnos a la cuestión de vocaciones.
Ciertamente hay gran necesidad de más sacerdotes y religiosas. Pero cada vez
más la sociedad se hace secularizada que crea la necesidad de laicos
comprometidos. Esto también es una vocación. Espero que la homilía de modelo a
la continuación les dé ideas para su propia reflexión en la vocación cristiana.
EL SEGUNDO DOMINGO
ORDINARIO,
17 de enero de 2021
(I Samuel 3:3-10.19; I Corintios 6:13-15.17-20; Juan 1:35-42)
Se dice que el viaje espiritual
comienza con la pregunta “¿Qué buscas en la vida?” No debería sorprendernos que
todo el mundo tiene la misma respuesta. Buscamos la felicidad. Pero ¿de qué
consiste la felicidad? Esto parece ser el propósito de la pregunta de Jesús en
el evangelio hoy.
Jesús pregunta a los discípulos
de Juan: “’¿Qué buscan?’” La gente diferente desea cosas diferentes. En la
segunda lectura San Pablo reprocha a los corintios por buscar el placer físico.
Dice que el fornicador profano su propio cuerpo porque él unifica con extranjero
lo que se ha dedicado al Señor. Sería semejante a convertir un templo en una
discoteca. Otros desean el poder, el prestigio, y la plata en la búsqueda de la
felicidad. El problema es que aún si se gratifican con estas cosas, la
felicidad en tiempo perecerá como la nieve en un día cálido.
Andrés y su compañero tienen
otro objetivo en su búsqueda de la felicidad. Quieren una relación cercana con
Dios. Por eso, responden al interrogante de Jesús por decir que quieren ver
dónde vive. Juan les ha dicho que Jesús es el “’Cordero de Dios’”. Piensan los
dos entonces donde él está entonces, también estará su Pastor. Son somo el niño
Samuel en la primera lectura. Cuando escucha la voz de Dios emitida del Arca,
responde: “’Habla, Señor; tu siervo te escucha’”. La palabra “escucha” indica
la obediencia. Pues obedecer se deriva de las palabras latines ob y
audire significando para oír. Los discípulos pretenden servir al
Señor por escuchar y obedecer sus palabras.
Una vez una religiosa describió
el llamado de Dios que había como joven. Dijo que había luchado mucho con la
idea de una vocación religiosa. Se pensaba si no había sido como María cuando
el ángel le dijo que iba a ser la madre de Dios. Como María respondió: “’¿Cómo
puede ser?’” así la religiosa no pudo creer que pudiera ser religiosa. Sin
embargo, eventualmente se rindió, en sus palabras, “a la bondad y amor de Dios”.
El llamado a la vida religiosa,
al sacerdocio, y al diaconato no se encuentra en la mayoría de las personas.
Exige una valentía particular porque el que se ha llamada tiene que ir en contra
la deriva. La mayoría de la gente tienen sus propias familias que les dan
significado enorme. En contraste, el religioso y el sacerdote tienen la
comunidad de fe que les trae ambas el respeto e la indiferencia. Sí la gente
ama a las religiosas y los sacerdotes. Pero en casi todos los casos el afecto
no dura por mucho tiempo por razón de los cambios de locales.
El llamado del Señor extiende a
los laicos también. Como los religiosos, los laicos tienen que orar
regularmente y servir al Sen. El Concilio Vaticano II insistió en el llamado
del laico a la santidad. Todos conocemos ejemplos de la vocación. Un obituario
apareció en el diario el otro día describiendo la vida de un tal laico. Dijo
que el hombre era agricultor exitoso que también ayudó a los afroamericanos en
la lucha para los derechos civiles. Sirvió en su parroquia como ministro
extraordinario de la Santa Comunión e instructor de la Biblia. Preguntado cómo
quería ser recordado, respondió: “Como cristiano que creyó en la fraternidad del
hombre y que trató de vivir esa verdad con su familia, amistades, y comunidad”.
¿Es posible vivir como
cristiano sin haber sido llamado a una vida cerca a Jesús? ¿Puede ser cristiano
la persona que después de acudir la misa el domingo hace lo que quiera el
lunes? O ¿puede ser cristiana la persona que no reza, pero regularmente hace
obras caritativas? Hay que responder “no” a estas preguntas porque el discípulo
de Cristo tiene que seguirlo siempre. Sin embargo, tenemos que admitir que
todos estamos en el proceso de conversión. El Señor ha llamado a todos para
seguirlo. Por una razón u otra algunos tardan a responder.
Les da pena a algunos obispos
cuando hablan de vocaciones. Saben que todos tienen un llamado de Dios, sea a
la vida religiosa, el sacramento del orden, o al laicado comprometido. Pero la
Iglesia se encuentra hoy día en necesidad enorme de sacerdotes y religiosas.
Pero esto no es un predicamento de ganar y perder. Que más laicos respondan al
llamado de Jesús. Entonces como los corderos siguen el pastor, habrá más con la
valentía para ir contra la deriva.
"Carmen Mele, OP" <cmeleop@yahoo.com>
