
02.26.2023
I Domingo Cuaresma
(A)
Génesis
2:7-9, 3:1-7
Romanos
5: 12-19
Mateo
4: 1-11
Cada año empezamos la cuaresma con un relato de las tentaciones de
Jesús en el desierto. Es importante darse cuenta de que Jesús fue
conducido por el Espíritu al desierto. El Espíritu le está llevando
a un lugar aislado donde Jesús no tiene las distracciones de
compañeros, de trabajo, ni de las necesidades urgentes de la gente.
En el desierto, Jesús queda solo con Dios, entrando en una
deliberación acerca de los varios caminos que él puede seguir en su
misión. El relato nos da una idea de lo que nosotros también tenemos
que enfrentar en la vida, varias decisiones acerca de cómo nosotros
vamos a proceder durante la vida.
El evangelista nos pinta un episodio dramático entre el diablo y
Jesús. Vemos que hay tres posibilidades que parecen como
tentaciones. Hay la posibilidad de responder a las necesidades de
la gente, por ejemplo, dándoles pan. Con eso, Jesús iba a quedarse
muy popular y podría atraer a mucha gente a su mensaje. Pero Jesús
sabía que su misión era satisfacer al hambre espiritual de la
gente.
También Jesús hubiera podido enfocarse en signos milagrosos,
atrayéndole a la gente por los prodigios, como algunos predicadores
de este tiempo. Pero él sabía que no era bueno usar el poder divino
solamente para atraer seguidores. Y finalmente, Jesús hubiera
podido dejarse llevar por el poder físico. Él hubiera podido
confiar en la conquista de tierras, el control de varias razas, el
uso de fuerza y violencia para mantener control. Sabemos que la
gente estaba esperando un Mesías que pudo sacarles del dominio de
los romanos. Pero Jesús se entregó a la voluntad del Padre, no a su
propia voluntad.
Este evangelio nos demuestra la naturaleza humana en su mejor
momento. Jesús entra en una batalla con estas tentaciones y sale
victorioso. Él rechaza cualquier posibilidad que no está en línea
con la voluntad de su Padre. No se deja distraer con las
posibilidades que llevan a su propia popularidad, en la satisfacción
de las demandas materiales de la gente o en la idea de que Dios va a
destruir los enemigos de Israel. Se aclara su convicción de que
Dios le está llamando a seguir un camino de humildad, de servicio, y
de verdad. Al fin de cuenta, Jesús es capaz de seguir la ruta de la
fidelidad, incluyendo el sufrimiento y hasta la muerte que tal
camino lleva consigo.
Así podemos entender el Evangelio como buena noticia. Nosotros
también tenemos que pasar por muchas tentaciones en la vida - la
tentación de hacer lo menos posible, la tentación de usar medios
como la opresión o control, la tentación de buscar la ruta de la
popularidad en vez de la fidelidad. Tantas y tantas tentaciones se
nos presentan en la casa, en el trabajo y en la calle. Pero la
buena nueva es que, si buscamos la ayuda del Espíritu, podemos
vencer y salir de estas tentaciones con la gracia de Dios.
Es verdad que la Cuaresma es un momento para reconocer nuestra
debilidad y pecado, pero es también un momento para aprender de
nuevo que Dios está lleno de compasión y de misericordia. Entramos
en la Cuaresma atentos no solamente a las debilidades de nuestra
alma, pero también los pecados de control y opresión que vemos en el
mundo. Vemos la falta de entrega en los políticos que ponen su
propio bien encima del bien del pueblo, especialmente el pueblo
hispano. Vemos la falta de voluntad de ayudar a los inmigrantes que
sufren de hambre y de exilio. Vemos la violencia que deja muerto
gente inocente. Tal vez esta Cuaresma, podemos llevar todos estos
pecados a los pies de Dios y pedir que su misericordia y compasión
nos den la fuerza de ayudar en la resolución de tales conflictos.
"Sr.
Kathleen Maire OSF" <KathleenEMaire@gmail.com>