Venimos a misa hoy y escuchamos otro relato del Bautismo de
Jesús, esta vez según el Evangelio de San Juan. Juan el
Bautista utiliza las palabras, “Este es el Cordero de Dios,
el que quita el pecado del mundo.” Que noticia tan
increíble. Este Jesús que vino hace mas de dos mil años es el
mismo Jesús que sigue viniendo hoy para quitar el pecado del
mundo. A veces nos sentimos desalentados por la realidad del
pecado: la violencia, la injusticia, la opresión. Pero viene
Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. De esa
manera, nos alienta para tener confianza y esperanza.
Mañana nuestro país interrumpe su ritmo ordinario para recordar
el testimonio y la herencia del Doctor Martin Luther King, gran
profeta de la no-violencia. Este héroe dio testimonio con sus
palabras, y al final, con su vida al valorar la lucha contra la
opresión y la discriminación. El Doctor King empezó su carera
como líder de los derechos civiles, hablando contra la
segregación que era parte de la vida diaria en este país. Poco
a poco, el extendía su mensaje a las causas de la pobreza, y la
injusticia de la guerra en Vietnam. Él habló de la luz, de la
fidelidad al camino de Jesús, del poder de la no-violencia. Nos
dejó una visión de lo posible, basado no en la realidad del
tiempo, sino en la promesa de un Dios de amor.
Qué bueno escuchar hoy el Evangelio según San Juan. Vemos que
las palabras “Este es el Cordero de Dios, el que quita el
pecado del mundo” tienen valor en nuestro día, dentro de una
realidad que sigue sufriendo por el pecado. Jesús sigue obrando
en la vida de cristianos sinceros que se dedican a traer la
justicia. El papel de Juan era dar testimonio acerca de Jesús;
manifestar a la gente que Jesús era el Salvador; proclamar que
el Reino ya había empezado. Los profetas de nuestro día,
incluyendo nosotros, tenemos que proclamar lo mismo. Dios es un
Dios de justicia, y su reino se manifiesta por medio de la
no-violencia.
Sabemos que Jesús mismo encontró mucha violencia en su tiempo-
en las leyes opresivas, en las acciones de los romanos, en la
opresión dentro de su misma religión. Pero el camino de Jesús
iba por otra dirección. No era camino de la espada, del
ejército, ni del poder civil. Su camino era el de la fidelidad
a la voluntad de su Padre; un camino de inclusión por los pobres
y oprimidos de la tierra; un camino de compasión y de
misericordia; un camino de amor y del perdón.
Escuchamos una vez mas las palabras de Juan el Bautista:
“Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”.
Podemos decir que el pecado del mundo es el pecado de la
violencia. Vemos la violencia en las leyes que oprimen a grupos
minoritarios en la sociedad. Vemos la violencia en la exclusión
de varios miembros de la sociedad, ya sea por el color de su
piel, su idioma, o su orientación sexual. Vemos la violencia en
una economía que premia a los ricos y castiga a los pobres.
Vemos la violencia en el abuso a sus esposas e hijos por parte
de sus esposos. Vemos la violencia de la venta de armas que
deja susceptibles a los inocentes en tantas ciudades del país.
Y vemos también la violencia en las masacres de gente inocente,
como en los ataques en las sinagogas, iglesias, escuela, y hasta
en supermercados.
Hoy tenemos la oportunidad de reflexionar sobre las palabras de
Juan el Bautista, dentro de la realidad de la violencia de las
calles y la celebración del Doctor Martin Luther King.
Vemos que es posible en nuestros días, en nuestra cultura, en
nuestras comunidades de vivir según la visión del evangelio.
Podemos dedicarnos otra vez al ejemplo de Jesús, que quita el
pecado del mundo, que quita nuestra devoción a la violencia.
Renovamos las promesas de nuestro bautismo, proclamando nuestro
compromiso al camino de la paz y del perdón, al camino de la
no-violencia.