01.01.2023
Números:
6:22-27
Gálatas
4: 44-7
Lucas
2: 16-21
Estamos entrando en un año nuevo y lo hacemos con esperanza y
confianza. Saludamos los unos a los otros con un deseo sincero
que este año que viene nos trae paz y alegría. No sabemos lo
que va a pasar, pero tenemos confianza de que Dios está a
nuestro lado y nos da todo lo que necesitamos para vivir fiel.
Es tan bueno que empezamos el año aquí en la Iglesia, con la
celebración de la misa. No hay mejor manera de colocarnos y
nuestras preocupaciones en las manos de Dios. Y si estamos
haciendo compromisos para el año, sería un momento ideal de
comprometernos a asistir a la misa cada semana.
Entre todas las celebraciones de este tiempo, la Iglesia nos
invita hoy a enfocarnos en María, la Madre de Dios. Al
principio del año, estamos invitados a contemplar su vida, a
meditar sus acciones y aprender de su actitud hacia Dios y hacia
la vida. Para mi, las palabras que más me llaman la atención
son estas, “María, por su parte, guardaba todas estas cosas y
las meditaba en su corazón”. No podía ser de otra manera. El
misterio era demasiado grande para captar su sentido sin una
vida de meditación.
Entonces, encontramos a María, una jovencita totalmente envuelta
en la voluntad de Dios, pero sin entender, sin darse cuenta de
cómo iba a desarrollar su vida. Ella había dado su “si”, había
aceptado una vida según la voluntad de Dios, había dado a luz en
un pesebre lejos de su familia, había aceptado la pobreza de sus
circunstancias y la gloria de los ángeles, había recibido la
visita de los pastores, y al final de cuenta, es seguro que se
quedó asombrada por todo lo que había pasado. Entonces, la
necesidad de “guardar todas estas cosas y meditarlos en su
corazón”. Toda la vida era necesario para que María pudiera
captar la visión inesperada de Dios.
Creo que la vida nos trata igual. Cuando somos jóvenes, nos
entregamos a un esposo u a una esposa con gran alegría, no
entendiendo como va a desarrollar la vida. Cuando somos
jóvenes, aceptamos los desafíos de una carrera, de una
responsabilidad de mantener la familia, de un compromiso que nos
va a costar más que podemos imaginar. Estamos listos a aceptar
a hijos, una responsabilidad desde el momento de nacimiento
hasta la final de la vida. Estamos de acuerdo aceptar la
responsabilidad económica y emocional de padres y parientes en
otros países. Tal vez aceptamos la responsabilidad por algún
ser querido necesitado o por un enfermo incapacitado. Aceptamos
la responsabilidad por alguien que está en la cárcel. Y pasamos
semanas, meses, años, tratando de entender como Dios está metido
en esta historia.
Es tan bueno que la Iglesia nos presenta este lindo pasaje del
Evangelio hoy. María, la madre de Dios, tenía que meditar en su
interior para entender. Podemos quedarnos consolados por estas
palabras. El sentido de la vida, de sus alegrías y sus
tristezas, viene poco a poco, en silencio, cuando tratamos de
entrar en meditación buscando la presencia de Dios. Hoy, la
Iglesia nos dice que tenemos que tener paciencia, no solamente
con los demás, sino con nosotros mismos. Hoy, la Iglesia nos
dice que por más santo que seamos, el verdadero sentido de la
vida no viene antes de su tiempo. Tenemos que calmarnos, darnos
un momento de silencio, y pedir la ayuda del Espíritu Santo.
Y así, meditando, el sentido se aclara poco a poco. El niño
molestoso se cambia en una proclamación de que Dios sigue
renovando su presencia con el nacimiento de cado bebé. El
pariente enfermo se convierte en oportunidad de demostrar la
compasión de Dios en el mundo. La vecina aislada se presenta
como alguien que Jesús busca al lado del camino. Las
circunstancias inexplicables de la vida nos dan la posibilidad
de decir nuestro “si” como María, y seguir con alegría y
entrega.
Si, es el primer día del año, y una oportunidad de aprender de
nuevo que, como María, la Madre de Dios, nosotros tenemos que
dedicar tiempo meditando la vida para cumplir con la gran
invitación que Dios nos da. Como María, podemos recibir la vida
de su hijo en nuestra vida diaria, empezando aquí en la misa con
la santa Eucaristía. Feliz Año Nuevo.